domingo, 29 de mayo de 2011
La fresa, agridulce alimento de la economía española
Una buena fresa es una delicia. Las de España suelen serlo y eso empuja su demanda, genera un incremento en los ingresos en la península y, al mismo tiempo, trae aparejado un creciente costo ambiental.
España es el principal exportador mundial de fresas. Esa industria genera anualmente un valor superior a los 400 millones de euros (US$570 millones) y de ella dependen más de 50.000 puestos de trabajo. La utilización de métodos de cultivo intensivo permite que haya cosecha varias veces al año.
Nueve de cada 10 fresas que produce el país se exportan dentro de Europa. Alemania se lleva más de un tercio de la producción, Francia la sigue de cerca.
El "oro rojo", como le dicen algunos en España, no sólo ha invadido las estanterías de los supermercados europeos sino también gran parte del paisaje de los campos del sur del país.
Al atravesar las zonas de cultivo de fresa cerca de la ciudad de Lucena del Puerto, Huelva, la tierra se muestra verde.
Pequeños invernaderos, construidos con plástico blanco se extienden hasta donde llega la vista. Debajo se encuentran las fresas. El 90% de la producción española proviene de estos campos.
Pero la zona no tiene suficiente agua como para satisfacer la demanda de semejante industria. De acuerdo con la agencia local de aguas, al menos la mitad de las granjas de fresa de la región se abastecen ilegalmente del líquido.
El Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF, por sus siglas en inglés) dice que hay más de 1.000 pozos ilegales en la zona.
El agua que toman de las napas subterráneas es la misma que alimenta el parque natural de Doñana, que contiene algunas de las más importantes marismas de Europa.
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