Lo otro que descubrí respecto al éxito de Blu-ray no tiene nada que ver con abandonar preceptos morales.
Cuando estaba en Los Ángeles, una compañía llamada iSuppli desbarató mi PlayStation 3, reduciéndola a un montón de tornillos, chips y diodos, para poder calcular el costo de producir un aparato de ese estilo y me asombró enterarme que Sony ha estado perdiendo dinero cada vez que vende uno de estos aparatos.
Eso se debe en parte porque está regalando un reproductor de Blu-ray gratis con cada PlayStation, lo que hace que la consola de juegos sea a la vez una reproductora de películas de alta definición.
Si se tiene en cuenta que hasta la fecha se han vendido unos 41 millones de PlayStation 3, Sony ha perdido unos US$2.000 millones, pero ha ganado una gran tajada del mercado.
Además de ganar dinero, con cada disco Blu-ray que se vende, muere un HD-DVD, así que parece que la apuesta de Sony vale la pena.
Apple, un acto de fe
Todas las marcas ansían ganarse la lealtad de los consumidores, pero yo quería entender como una de ellas inspiraba un fervor religioso.
Las escenas de las que fui testigo en la apertura de una tienda de Apple en Londres parecían más una reunión de un grupo de oración evangélico que sencillamente la posibilidad de comprar un teléfono o una computadora.
La locura empezó un par de horas antes de que las puertas se abrieran al público. Adentro de la tienda, empleados con miradas vidriosas fueron exaltados hasta un delirio de excitación, saltando, aplaudiendo y gritando.
Cuando las puertas finalmente se abrieron, salieron histéricos a vitorear a los cientos de delirantes clientes que inundaron la tienda durante horas.
Y ¿qué encontraron esos clientes -entre ellos algunos que habían llegado desde Estados Unidos y China y dormido en la calzada para tener el privilegio- cuando finalmente pudieron entrar?
Los mismos productos que ofrece la tienda de Apple que queda sólo a 800 metros de ahí. No había ofertas especiales, ni regalos, ni productos exclusivos.
¡Eso es devoción!
Busqué por todas parte una explicación. El obispo de Buckingham -quien lee la Biblia en su iPad- me explicó que había similitudes entre Apple y una religión.
Y cuando un equipo de neurocientíficos armados con un escáner de resonancia magnética observaron el cerebro de un fanático de Apple, las palabras del obispo encontraron eco.
Los resultados indicaron que los productos de Apple estaban estimulando las mismas partes del cerebro que las que se estimulan entre la gente que tiene fe al ver imágenes religiosas.
Necesidades básicas
El poder ver de cerca la escala de la predominancia de la tecnología fue asombroso: Facebook ni siquiera existía hace siete años... ahora esa marca tiene un valor de US$32.000 millones.
En India visité la fábrica más grande de teléfonos Nokia, que produce auriculares como salchichas en momentos en los que sólo en India hay 20 millones de nuevas subscripciones a celulares cada mes.
¿Cómo puede ser posible? Hablé con gente en todos lados: desde los tugurios de Nueva Delhi hasta las calles de Londres y Chicago y les pregunté a quién llaman tanto. La respuesta siempre era la misma: amigos y familiares.
Como Apple, los teléfonos celulares y las redes sociales nos ofrecen la oportunidad de expresar nuestra necesidad básica de comunicarnos.
Y es al conectarse con nuestras necesidades básicas -como el chisme, la religión o el sexo- que estas firmas se están tomando el mundo a pasos tan agigantados.
Eso no quiere decir que estrategias de mercadotecnia astutas e innovaciones técnicas brillantes no sean cruciales, pero parecería que si uno no provee un servicio que potencialmente le pueda interesar a todos los 6.900 millones de personas que hay en el planeta, no hay muchas posibilidades de convertirse en una supermarca tecnológica.
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