Las dificultades de los chinos a la hora de encontrar pareja está teniendo un impacto económico significativo alrededor del mundo, pues reducen su consumo y ahorran el dinero necesario para atraer una potencial esposa.
La tradición china es que un soltero que busca matrimonio debe ser dueño de su propia casa y para ello, hoy en día, se necesita una buena suma.
Esto ha forzado a muchos a recortar drásticamente sus gastos y controlar lo que compran para guardarse el dinero. Y si en el mercado de mayor crecimiento en el mundo no hay consumo, la economía global se estanca.
Yang Jiahe, de 20 años, es uno de los jóvenes chinos que sacrifican comodidad y otros lujos a su alcance en aras de un anhelado matrimonio.
Jiahe vive en un enorme complejo de apartamentos en Pekín pero para llegar a su habitación no se suben las escaleras, se bajan hasta un sótano sin ventanas, iluminado por una estéril y áspera luz fluorescente.
El espacio donde vive no fue diseñado para la residencia humana a largo plazo. Yang y más de otras cien personas, incluyendo niños, viven en un refugio antiaéreo acondicionado.
Vida subterránea
Se estima que más de un millón de personas viven en refugios y sótanos en toda China.
Éste, en particular, tiene una serie de corredores que conducen a los cubículos individuales. La habitación de Yang es apenas suficientemente grande para acomodar una cama sencilla, con un pequeño espacio al lado de ésta. Un sólo bombillo colgando del cielo raso es la única fuente de luz.
Los baños e instalaciones de cocina en esta residencia subterránea son comunales.
Sin embargo, Yang no está obligado a vivir en estas condiciones. Es evidente que puede pagar por alojamiento mucho más alegre y saludable.
"Ahora que estoy en Pekín, lo primero que debo hacer es trabajar y ahorrar dinero", le dice a la BBC.
El arriendo en el refugio adaptado le cuesta apenas 10% de los ingresos que percibe de su trabajo como vendedor de teléfonos celulares en una caseta, lo que le permite ahorrar mucho más dinero.
Yang tiene dos ilusiones estrechamente conectadas. Una es poder comprar su propio apartamento, la otra es conseguirse una buena esposa.
"Si yo no soy dueño de mi propio hogar", explicó, " ninguna muchacha decente en China consideraría jamás casarse conmigo".
Práctica antes que amor
Muchos otros jóvenes adultos chinos están tomando medidas similares, tanto en este refugio antiaéreo como en otros lugares de Pekín, por el vínculo que existe entre la tenencia de propiedad y el matrimonio.
Gong Benru es un exitoso programador de computadores que, como Yang, ha decidido ahorrar su dinero para comprar una casa.
Gana un buen salario de acuerdo a los estándares chinos -un poco más de US$1.000 al mes- pero comparte una pequeña habitación con dos amigos en un edificio construido ilegalmente encima de una tienda.
Sus dos compañeros duermen en una litera. Gong tiene suerte y ocupa una cama sencilla. Tienen una ventana, pero el cuarto huele a sudor y calcetines viejos. Gong afirmó que no tiene otra opción.
Comentó que las mujeres chinas son muy prácticas: "Uno tiene que tener su propia casa para ser un soltero elegible, así que tengo que pasar por éstas para poder comprármela".
Pero, ¿qué pasa con el amor?
Las circunstancias no le dan mucha cabida, como explica Gong: "Si conociera a alguien que realmente me atrae la cortejaría, pero si es una chica práctica no creo que podría atraparla".
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