domingo, 3 de julio de 2011

Brasil 2014, invertir para ganar


Son demasiadas veces las que se oye la misma historia antes de que el próximo Mundial de fútbol empiece. Si la suerte acompaña, el primer partido de Brasil 2014 se jugará sobre la montaña de tierra que ahora es el futuro estadio del Corinthians de Sao Paulo.

Suena a una historia que no es nueva: los países ganan la organización del campeonato, luego el mundo pasa años preocupado por si estará listo a tiempo.

Si hay que apostar, lo probable es que Brasil lo conseguirá en el último minuto, gastando mucho, justo como otros organizadores anteriores.

Pero hay un premio mayor que Brasil puede ganar porque los mismos obstáculos a los que se enfrenta organizando el Mundial –por no mencionar los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro en 2016- son los mismos que vienen dañando su economía durante años.

Otros países se animan a organizar el torneo para que la población se enganche al fútbol. Ese no es el caso brasileño, que sin embargo sí comparte el riesgo de construir una infraestructura que luego no servirá para nada.

Por ejemplo, en la capital, Brasilia, se prepara un estadio de nueva factura para 2014, incluso pese a que los funcionarios y políticos que se ven prácticamente forzados a vivir allí apoyan a los equipos locales, en la ciudad no hay un club verdaderamente popular.

Mucha inversión, poca eficiencia

Pero el Corinthians, uno de los dos equipos más populares del país, sí que lleva décadas necesitando un nuevo estadio. Y con o sin el Mundial, Brasil necesita desesperadamente nueva infraestructura aeroportuaria y mejores carreteras.

Si el torneo supone que se preparen para conseguirlo en tres años en vez de en diez, pues mucho mejor. Andre Loes, del banco HSBC en Sao Paulo, reconoce que el país necesita inversiones adicionales del 3% del PIB anual sólo en infraestructura durante los próximos cuatro años.

Pero no es sólo infraestructura, la inversión, en general, suele ser muy baja en Brasil, sobre todo si se compara con Asia. En total está en alrededor del 20% del PIB, la mitad de China.

Los inversores que están inundando la economía del país sudamericano tienden a conformarse con la idea de que Brasil invierte de forma más eficiente que China, y consiguen más por menos. Después de todo, cómo se puede explicar que en la última década ha crecido tan rápido sin atraer ninguna inversión extranjera.

Un informe de Jonathan Anderson, de UBS, concluye que la verdad es más inquietante, al menos si estás en Brasil.

China ha crecido alrededor de un 10% al año desde 1980, mientras Brasil lo ha hecho a un 3%... Eran malos tiempos los 80.

Mirando a esa diferencia de siete puntos, el informe concluye que sólo un 4% se debe directamente a la mayor inversión en porcentaje de PIB de China. El resto es que el gigante asiático usa de forma más eficiente el capital y la mano de obra.

Capital humano

Según eso, Brasil ha luchado para hacer de su capital y su mano de obra más productiva desde 1970.

Incluso, desde principios de siglo, el periodo en que se supone que el país viene haciéndolo mejor, el mayor crecimiento viene gracias a un aumento en la inversión y no en la productividad.

Pero esto no es cuestión exclusiva comparar Brasil con China. El resultado es igual si se compara con otras economías emergentes de Asia como grupo. Los asiáticos no simplemente han invertido más que América Latina, también han usado su potencial de forma más eficiente.

La investigación de UBS señala que China ha alcanzado el más rápido crecimiento del factor productividad que ningún otro país en los últimos 20 años. De ser cierto, implicaría que su crecimiento no ha sido tan ineficiente como se suele decir.

Además, implicaría que se equivocan quienes dicen que China va hacia una caída comparable a la enormemente ineficiente Unión Soviética, que alcanzó rápido crecimiento a costa de masiva acumulación de capital en la industria pesada.

¿La lección para Brasil? No es sólo la cantidad que se invierte lo que los sostiene, es también la calidad. Con o sin Mundial, hay mucho margen para mejorar el juego.

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